El nacionalismo estadounidense ruge con odio letal


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El nacionalismo estadounidense enfurecido



Hoy temprano, respondí a una publicación en una página de Facebook sobre inmigración. No insulté a nadie. No usé sarcasmo. Simplemente dejé algo claro: tanto republicanos como demócratas han construido una economía que depende de la mano de obra inmigrante barata y explotada. En lugar de celebrar las "contribuciones" de los inmigrantes como si debieran algo, deberíamos denunciar a los políticos, corporaciones e instituciones que se han aprovechado de su vulnerabilidad.

Esperaba desacuerdo, pero no un colapso. Un hombre respondió a mi comentario. Su perfil mostraba una foto sin rostro y afirmaba tener 25 años de experiencia en antiterrorismo. Su reacción no fue para debatir, sino a descargar. Me insultó, me llamó perdedor, me acusó de no haber hecho nada por este país y me exigió que dejara de "llorar por Trump". Escribió todo en mayúsculas, furioso. No respondió a lo que dije, sino al hecho de que me hubiera atrevido a decirlo.

Luego, envió un meme de Terminator que decía: "No se detendrá jamás... ¡NUNCA! Hasta que te deporten". Fue entonces cuando me di cuenta de que no le importaba si yo era ciudadano. Simplemente no soportaba que alguien como yo, bilingüe, seguro de sí mismo y con conciencia política, alzara la voz. Yo no encajaba en el estereotipo de latinoamericano silencioso y sumiso que él necesita para sentirse poderoso. Respondí con ironía.

Refiriéndome al meme, le pregunté si la película en cuestión era Lunáticos Unidos o Tarados Unidos. Eso solo lo enfureció más y siguió escribiendo en mayúsculas. Así que le dije la verdad: "Por tu tono, tu perfil anónimo y tu obsesión con quienes percibes como inmigrantes indocumentados, pareces más el tipo de hombre que acaba en las noticias por cometer un crimen de odio, no alguien que haya defendido a este país".

No lo dije para ser cruel. Lo dije porque este país necesita afrontar la verdad. Personas como él —encolerizadas, anónimas y destrozadas— representan un verdadero peligro. Se creen patriotas, pero actúan como bombas de tiempo. Él afirma haber defendido la democracia, pero ahora la amenaza con rabia, paranoia y una visión tóxica de quién sí y quién no tiene derecho a pertenecer a Estados Unidos.

No se trata de un caso aparte. Representa lo que sucede cuando el discurso político alimenta el resentimiento, busca un grupo de chivos expiatorios y se disfraza de orgullo nacional. No temo a los inmigrantes, sino a los autoproclamados patriotas que gritan al vacío, armados de odio y convencidos de su rectitud.

Estamos ante un clima nacionalista extremo que se aviva con la paranoia de una supuesta invasión latinoamericana. El extremismo no se basa en datos ni hechos; solamente necesita un detonante para explotar. Y con demasiada frecuencia, ese detonante es un nombre, apellido, apariencia física o acento que no sea anglo.

Por eso, no importa si somos ciudadanos o no, todos luchamos contra el odio y la violencia hacia cualquier persona que luzca diferente. A la hora de la verdad, nos echan a todos en el mismo saco y nos mandan con Bukele sin importar nuestro estatus. Y yo no voy para ninguna parte.

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