![]() |
| Pastora Iris Nanette Torres |
Circula en redes un video de la pastora puertorriqueña Iris Nanette Torres, líder de la iglesia El Caballero de la Cruz en Bayamón. En él, aparece respaldando las políticas migratorias de Donald Trump. Torres, simpatizante de la anexión de Puerto Rico como estado, cuestiona el “revuelo” causado por las redadas contra inmigrantes.
Su discurso no solo fue políticamente incendiario e insensible. Más que una opinión sin filtros, se trató de una declaración desde su privilegio.
Como puertorriqueña nacida en un territorio con ciudadanía estadounidense, Torres nunca ha enfrentado entrevistas con USCIS, detenciones de ICE ni el miedo a la deportación. Asumo que en su iglesia no hay personas indocumentadas entre los feligreses y, por eso, se siente en libertad de opinar con tal imprudencia, enfocándose en lo legal y descartando el sufrimiento humano que implica migrar.
Aunque El Caballero de la Cruz reportó en 2019 una asistencia semanal de 2,700 personas, esa cifra proviene de fuentes religiosas y no ha sido verificada de forma independiente.
La sociología de la religión advierte que muchas mega-iglesias, especialmente pentecostales, tienden a inflar sus números, incluyendo visitantes esporádicos y simpatizantes.
Estudios del Hartford Institute for Religion Research confirman que estas congregaciones suelen inflar las estadísticas de asistencia, motivadas por intereses financieros y el deseo de proyectar crecimiento. Es probable que la cifra real de feligreses comprometidos sea mucho menor.
La postura de Torres no es un caso aislado. Es parte de una teología política común entre sectores evangélicos conservadores de EE. UU., que ha desplazado el eje ético del cristianismo desde la compasión hacia la legalidad. En lugar de acoger al vulnerable, se idolatra la ley, aun cuando muchas leyes son abiertamente opresivas.
Se olvida que el sistema legal ha sido históricamente vehículo de injusticias, como la esclavitud, la segregación racial, el colonialismo y la detención arbitraria. En lugar de denunciar estructuras de poder deshumanizantes, la pastora espiritualiza el castigo. La Biblia se convierte en herramienta de control, no en refugio.
Desde una perspectiva histórica, resulta irónico. Según el evangelio de Mateo (2:13–15), Cristo fue un inmigrante forzado. Sus padres huyeron a Egipto para escapar de un intento de asesinato ordenado por el rey Herodes en Judea. Parece que a Torres se le olvida que incluso en la antigüedad existían fronteras y que Egipto era otro país.
En términos actuales, Cristo habría sido un menor de edad desplazado que cruzó una frontera buscando seguridad. Si esa historia se tomara en serio, no sorprendería que muchas comunidades cristianas históricas hayan defendido a los migrantes. Pero en sectores como el de Torres, esa memoria ha sido sustituida por una teología alineada con el nacionalismo y el castigo.
El respaldo de Torres a Trump, junto a su falta de empatía hacia quienes viven bajo amenaza legal, refleja una peligrosa fusión entre religión, poder y supremacía legalista. No se trata solo de una opinión personal, sino de una expresión de cómo la religión también puede reproducir exclusión, racismo y violencia gubernamental. Es el mismo tipo de teología que ha justificado el esclavismo y el machismo.
Tras la controversia, Torres se retractó públicamente en el programa Temprano en la Mañana, asegurando que sus palabras fueron sacadas de contexto y que su intención era ayudar a las personas a legalizar su estatus migratorio. Aunque reconoció que dijo que notificaría a las autoridades, insistió en que no lo haría, pues su intención es alegadamente ayudar. La buena pregunta es cómo ella ayudará a los inmigrantes si ya los asustó. Las redes sociales no olvidan.
La pastora también enfatizó en los medios que no puede ser parte de “ningún tipo de ilegalidad”. Su retractación, por tanto, no niega el contenido del video original, sino que lo suaviza. Desde un análisis crítico, parece más una maniobra de control de daños que una reflexión ética profunda.
Durante un curso que tomé acerca de la transformación de conflictos en la Facultad de Teología de Boston University, la profesora Judith Olsen dijo una vez que "el cristianismo es fuente tanto de paz como de conflicto, de justicia y de opresión, de unidad y de división." Nunca lo olvidé porque pone de relieve la doble moral que prevalece entre muchos líderes religiosos hoy en día. Torres habla desde esa tensión, usando la fe no para sanar, sino para condenar.
Mi experiencia en Boston University no fue negativa; al contrario, la institución me otorgó becas por mérito y estipendios por mi liderazgo en un barrio de bajos ingresos en Boston. Sin embargo, me di cuenta de que no podía tolerar la dualidad del cristianismo y su ambivalencia entre liberar y oprimir, o acoger y excluir. Me aparté no por crisis de fe, sino por lucidez.
Por eso, lo preocupante no es solo lo que la pastora dijo, sino desde dónde lo dijo: desde un púlpito que ha dejado de ser espacio de refugio y se ha convertido en repetidor de políticas xenófobas.

Comentarios
Publicar un comentario