Las historias de Cuba y Puerto Rico han estado entrelazadas desde finales del siglo XIX, cuando ambos pueblos luchaban por liberarse del dominio colonial español. Más tarde, con el triunfo de la revolución cubana en 1959, Puerto Rico se convirtió en refugio para miles de cubanos que huían de la dictadura. Muchos de ellos enriquecieron profundamente el quehacer cultural de Puerto Rico.
La congresista cubanoamericana María Elvira Salazar, representante por el Distrito 27 de Miami-Dade, nació en Miami de padres exiliados, pero se crio parcialmente en Puerto Rico, según su biografía pública. Es comprensible que mantenga un vínculo emocional con Puerto Rico. Sin embargo, comprender no es justificar.
Puerto Rico ha vivido una gobernanza inestable desde los huracanes de 2017, que expusieron la respuesta negligente del gobierno federal y la corrupción del entonces gobernador Ricardo Rosselló, cuyo escándalo del chat y los almacenes con suministros expirados desembocaron en su destitución en 2019. A esto se suma el hartazgo con el bipartidismo tradicional, responsable del colapso económico que llevó al Congreso a imponer una Junta de Supervisión Fiscal que ha limitado severamente la autonomía local.
En este ambiente de descontento, han surgido nuevos movimientos políticos que, con mucho esfuerzo, han logrado certificarse para las elecciones. Frente a este avance, los partidos tradicionales —el pro-Estado Libre Asociado y el anexionista— respondieron con una campaña de miedo. Fue en ese contexto que María Elvira Salazar intervino con un video en redes sociales para respaldar la candidatura anexionista de Jenniffer González, advirtiendo, sin evidencia, que el comunismo amenazaba a Puerto Rico. Ganó Jenniffer y su gobierno es más de lo mismo.
Hasta donde se sabe, ningún político de origen puertorriqueño en el continente ha osado decirle públicamente al pueblo de Puerto Rico cómo votar. Hay muestras de apoyo desde acá, pero no campañas de miedo como la de Salazar. Su intervención no solo fue inapropiada, sino desinformada y manipuladora.
La comparación que ella pretende hacer entre Cuba en 1959 y Puerto Rico en 2024 carece de rigor. Cuba era una república soberana cuando Fidel Castro expropió los intereses estadounidenses. Puerto Rico, en cambio, ha estado bajo la jurisdicción del Congreso estadounidense desde 1898. Nadie puede sacar a Estados Unidos de Puerto Rico como ocurrió en Cuba.
Además, Puerto Rico tiene una Constitución ratificada en 1952, pero subordinada a la Ley de Relaciones Federales de Puerto Rico (1950). La independencia, si alguna vez llega, deberá ser negociada y aprobada por el Congreso de Estados Unidos. Y nadie en Washington querrá que un Puerto Rico independiente se convierta en un problema como Cuba durante la Guerra Fría.
Por si fuera poco, los puertorriqueños somos ciudadanos estadounidenses desde 1917. Nunca ha existido un precedente de un territorio con ciudadanía estadounidense que haya alcanzado la independencia. Eso no quiere decir que sea imposible, pero es terreno legal nunca explorado y sería complejo.
En adición, ¿cuántas repúblicas en el Caribe se han convertido en dictaduras? Ninguna. Desde la década de 1960, países como Jamaica, Trinidad y Tobago, Barbados, Bahamas, Dominica y otros lograron su independencia sin caer en modelos autoritarios ni en alianzas con potencias comunistas. La gran mayoría mantiene democracias multipartidistas, economías abiertas y relaciones diplomáticas estables con Estados Unidos y Europa. Pretender que una independencia puertorriqueña conducirá al comunismo no solo es alarmismo; es absurdo.
El caso de la independencia de Filipinas es el más cercano, pero los filipinos no eran ciudadanos, sino “U.S. Nationals”. Es decir, personas que debían lealtad a Estados Unidos, pero sin ser ciudadanos. Por eso, la independencia de Filipinas fue mucho más simple desde el punto de vista legal.
María Elvira Salazar no es una ignorante. Al contrario, es una ex periodista destacada con formación en Harvard. Precisamente, por eso, su comportamiento es más cuestionable porque no se equivoca por desconocimiento, sino por oportunismo. Y en Miami, cada vez más gente lo sabe.
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